Es el epígrafe que hay a la entrada del edificio de la Secesion, construido en 1898 por Otto Wagner y decorado por Gustav Klimt.(Gustav Klimt. Friso de Beethoven)
La Secesión vienesa fue una de las más célebres que surgieron a finales del siglo XIX en Europa Central. Era una asociación de artistas que actuaban de forma libre sin aceptar las organizaciones académicas oficiales. Era el signo de una crisis ya irreversible del arte “de Estado”.
Junto a París,que seguía siendo el núcleo propulsor de las vanguardias, Viena estaba siendo un centro de numerosos campos artísticos..
Klimt, junto a los arquitectos Otto Wagner y Olbrich fue un promotor de la Secesión.
La pintura de Klimt es resplandeciente, decorativa con numerosas reminiscencias del arte bizantino, del arte clásico, del dibujo japonés y modernas líneas del simbolismo siempre sostenido con un trazo elegante en el que aparecen mujeres de morbosa fascinación.
Klimt tiene un arte culto y a la vez turbador que expresa de forma soberbia la decadencia de un mundo, de una época, de unos artistas, de unos escritores…que fueron testigos de la carnicería de una guerra que estalló en 1914.
En 1908, Klimt pintó un cuadro fascinante que hoy se conserva en Österreichische GalerieBelvedere en Viena. EL BESO
En esta obra Klimt consiguió concretar la búsqueda de la relación entre figura y fondo y crear la irrepetible atmósfera del abandono de los sentidos.
Alrededor de los dos amantes se entreteje un panel de exuberancia de un estilo próximo a los Mosaicos de Justiniano y Teodora en Ravenna.
Los enamorados están como encerrados en un capullo de oro del que apenas escapan las cabezas y las manos
Cabezas coronadas con flores y hojas que los colocan en el papel de héroes del simbolismo.
Representó las ropas de los dos amantes rigurosamente bidimensionales, como libres inserciones decorativas, llenas de valor simbólico. En la capa del hombre alternan manchas rectangulares blancas y negras, sobre fondo dorado y el forro de la capa, tras la figura femenina, está decorado con motivos en espiral que resaltan el sentido rotatorio del brazo que rodea a la figura femenina.
Klimt dibujó
una alfombra de flores con un fondo dorado porque le recordaba mucho las
decoraciones de mosaicos que él admiraba en el arte bizantino
La vestimenta
del hombre estaba decorada con formas geométricas masculinas en negro y
blanco, pero dentro de ellas habían patrones de curvas que reflejaban a
aquellas dentro de la vestimenta de la mujer. Además de simbolizar la
unión de ella con él.
La vestimenta
de la mujer consistía en coloridas flores que coordinaban con la
alfombra de flores en la que ella estaba arrodillada. Su vestido también
contenía elementos geométricos que simbolizaban su unión con el hombre.
No falta la interpretación simbólica: el prado salpicado de flores se interrumpe bruscamente y los pies de la chica quedan en el borde del terreno, mientras el fondo dorado da a entender la presencia del abismo.
Klimt ofreció una versión romántica de un gesto que durante milenios había mantenido el mismo valor, pero con una efusividad quizás fuera del tiempo.
En
este cuadro la perspectiva tradicional tiende a desaparecer ante el
empleo de la bidimensionalidad ornamental. Klimt anuló toda profundidad
espacial.
Pareciera que estuvieramos viendo a traves de un caleidoscopio….
Eran
particularmente expresivas las manos tocándose y los gestos de los
dedos. Al artista le fascinaban las manos y ellas a menudo eran un
elemento importante en su trabajo.
Las caras eran característicamente escondidas o impasibles.
En realidad
lo que este artista quería sugerir era los placeres físicos de la vida
deleitándose en el lujo y la belleza. Sus pinturas eran liberadas de las
inhibiciones del siglo XIX.
Klimt nunca
se casó pero tuvo muchas relaciones de las cuales tuvo cuatro hijos
ilegítimos. Su gran amor fue Emile Floge con quien tuvo 27 años de
romance.
Quién era Emile Floge?
Ella era una mujer hermosa que tenia una tienda de moda en Viena. Klimt la retrató en muchas de sus obras.
El Beso
fue su obra maestra. Con ella culminaba su investigaciones sobre el
tema del deseo humano a fines de la fase dorada. Esta obra era el
símbolo de la reconciliación y unión de los sexos.
2 comentarios:
Pilar:
¿Te imaginas a aquellos artistas de la “Secesión Vienesa” en estos tiempos nuestros? Ando estos días a vueltas con Juan Ramón Jiménez, se cumplen 100 años de la publicación de “Platero y yo” y no deja de ser cuestión de importancia para la poesía del siglo XX. Juan Ramón, ¡qué poeta!, también ronroneó en el modernismo y no lo sé, pero seguramente que también le gustó la obra de Gustav Climt, y a quién no.
Esa metáfora que nos brindas, la del capullo de oro que guarda a los amantes, me parece sublime. Y de nuevo las flores, las florecillas que mordisquea Platero por los campos de Moguer. ¡Y las manos!, sí, las manos para acariciar y para amasar el pan. Seguro que Climt vivía toda la emoción del tacto cuando contemplaba el mundo y sus colores.
Gracias, amiga mía, por explicarnos el leve vendaval de la belleza.
Un abrazo,
Cecilio
classic!
artisoo
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