lunes, 25 de agosto de 2014
La puerta del embarcadero de Juan de villanueva
Dibujo de Fernando Brambila, correspondiente a la serie 'Vistas de los Sitios Reales y de Madrid' (hacia 1830), con la Puerta del embarcadero en el centro.
El 22 de agosto de 1811, moría Juan de Villanueva, arquitecto español y un importante representante de la arquitectura neoclásica en España.
Con este comentario sobre una de sus obras en Aranjuez, me gustaría dejar un sencillo recuerdo y respeto hacia un artista-arquitecto que dejó su obra en Aranjuez y ha servido de modelo en muchas obras de la ciudad.
Juan era hijo del escultor Juan de Villanueva y hermano del arquitecto Diego de Villanueva, que durante toda su vida tuvo el papel de protector de Juan.
Cuando Juan tenía 11 años ingresó como alumno de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, este hecho era muy común entre las familias de artistas porque el academicismo era algo que les llegaba a obsesionar y cuando veían que algun miembro jovencito de la familia mostraba dotes de artista, inmediatamente se le ingresaba en la academia para que recibiera formación.
En 1758 se trasladó a Roma donde permaneció siete años como pensionista de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para completar su formación, volviendo en 1765 a España.
Un año después realizó un viaje por algunas ciudades españolas.
Instalado en Madrid, fue nombrado académico de Mérito de la Academia de San Fernando.
En 1768, fue nombrado arquitecto de la comunidad de monjes jerónimos del Monasterio de El Escorial, donde realizó las llamadas "Casas de Oficios" junto al monasterio, manteniendo una línea austera, de acuerdo con el estilo herreriano, y además la Casita de los Infantes.
El estilo de Villanueva es severo y mantiene de forma académica el sentido de las proporciones, se caracteriza como una síntesis entre el estilo renacentista de Juan de Herrera y el neoclasicismo.
En 1777, Carlos III lo nombró arquitecto del príncipe y los infantes. En lo sucesivo trabajaría casi en exclusiva para la casa real. Desde 1781 fue arquitecto encargado del Real Sitio de El Escorial; Carlos IV le nombró arquitecto mayor.
En 1771 construye la Casa de Infantes, en el Real Sitio de Aranjuez; en 1772, la Casita del Príncipe en El Pardo; en 1773, la Casita de Arriba (con una organización palladiana y una acentuada plasticidad en el tratamiento del pórtico de acceso), para su uso por el infante don Gabriel, y la Casita de Abajo (o del Príncipe), ambas en El Escorial. Pero su obra más importante es el edificio del Museo del Prado (con proyectos en 1785 y 1787). Primero concebido como Museo de Historia Natural y convertido en Museo de Arte en 1814.
Fue un arquitecto prolífico, al que se deben también el edificio de la Real Academia de la Historia, el Oratorio del Caballero de Gracia y el Observatorio Astronómico situado en los Jardines del Retiro, todos en la capital.
También es en gran parte obra Juan de Villanueva, la imagen actual de la Plaza Mayor madrileña, (que reconstruyó después del incendio de 1790, cerrando el viejo recinto urbano a través de grandes arcadas y homogeneizando la altura del caserío. A raíz de estas obras surgirán el Arco de Cuchilleros y el portal de Cofreros).
Pero es en Aranjuez, y concretamente en el jardín del Príncipe donde intervendrá Juan de Villanueva y dejará una huella neoclásica que todos contemplamos al entrar al jardín, a travesando la puerta del embarcadero que es la puerta principal.
esta imagen es de otra estupenda página de imágenes de Aranjuez, la web de Juanín
El Jardín de Príncipe nace de un encargo realizado, en 1772, a Pablo Boutelou por Carlos IV, aún príncipe de Asturias, para que unificase y diera nuevo trazado a unos terrenos dedicados a huerta por Fernando VI, ubicados en la proximidad al Real Palacio de Aranjuez; a estos terrenos se añadieron un antiguo parque, conocido como "jardín de los negros", dedicado al cultivo de flores y frutales de espaldera, y un embarcadero y su jardín anexo, conocido como "el Sotillo"- también levantado en tiempos de Fernando VI.
Los primeros planos, de cierta influencia paisajista pero en los que pesa aún la antigua estructura hortícola, son obra de Pablo Boutelou, a él se debe la ordenación del sector oeste del jardín, terminada en 1784. Después, las obras se extendieron al sector oriental, en ellas es manifiesta la intervención de Juan de Villanueva (1731-1811).
La puerta del Príncipe o del Embarcadero está situada en la parte más occidental del jardín.
La imagen está tomada del blog del buen amigo Mingo que aporta en su blog estampas de Aranjuez una gran riqueza gráfica.
Esta entrada principal está trazada de forma recta a los pabellones.
Está formada por dos basamentos de cantería, que cada uno contiene quatro columnas agrupadas de piedra berroqueña, con capiteles y cornisa de órden jónico.
Pasear por el Jardín del Príncipe es un recreo para disfrutar de la naturaleza y la arquitectura, es un jardín peculiar y rico en sorpresas que quizás los arquitectos pudieron diseñar con un objetivo oculto: no solo sería un jardín para reyes, sería un jardín para los hombres y mujeres que amaban la belleza.
martes, 5 de agosto de 2014
El arte pop y Marylin Monroe
Marilyn Monroe
Andy Warhol escogió a Marilyn Monroe como musa de su arte cuando ella ya había desaparecido. Marilyn fue una estrella con una fama póstuma y con una popularidad mayor que la que había alcanzado durante su vida. Era como si la muerte ratificara su existencia sobrenatural y no hay duda que a ello contribuyó Andy Warhol con sus pinturas de Marilyn.
En 1949, cuando Andrew Warhola se trasladó a Nueva Yok se llamó a sí mismo Andy Warhol.
El ocultar sus datos personales y biográficos formó parte de esa contradicción que parecía ser su elixir vital.
Si hubiera vivido en el Renacimiento, Andy hubiera sido una estrella porque tenía todas las cualidades de artista, inventor, realizador y actor en una sola persona, pero en la época que le tocó vivir enriqueció de una manera muy particular con su obra artística y sobre todo con su presencia.
Fue un entusiasta de las estrellas de cine y de los modernos círculos literarios norteamericanos. Para Andy ”ser famoso durante 15 minutos” era una MÁXIMA que hizo realidad el espíritu de fugacidad que tenía la fama en su época.
Las series que inició Warhol poco después del suicidio de la estrella en agosto de 1962, se sitúan entre las imágenes de culto de finales del siglo XX. Para Warhol, Marilyn era el símbolo perfecto de la mitificación estereotipada, y a la vez del desgaste dramático de un personaje popular.
En las series de Marilyn la dimensión humana queda anulada por la simpleza esquemática que exige la publicidad que obliga a aparecer a Marilyn siempre seductora y un poco maliciosa.
En el arte de Warhol hay una típica expresión que consiste en repetir un motivo casi obsesivo (lo hace con las botellas de Coca-Cola, latas de sopa Campbell, …) hasta llegar a un efecto mecánico en el que poco a poco se va perdiendo el significado y se convierte en un icono radiante pero vacío.
Los cabellos, los ojos y la boca los resaltó con unos toques de color que no coinciden con los contornos reales, y así queda subrayada la artificiosidad de la imagen.
Años más tarde siguió trabajando con la imagen de Marilyn, pero esta vez haciendo aplicando cambios cromáticos
El gusto por los cambios cromáticos y por la superposición de películas era un recuerdo de su época de diseñador gráfico en Nueva York.
Él era consciente del equívoco en el que se basaba la fortuna comercial del Pop Art y se estaba convirtiendo en cómplice de ese mismo consumismo que él había querido estigmatizar. Por eso para mantener una producción de imágenes y performances creativas creó un grupo de ayudantes llamado THE FACTORY (Andy Warhol y La Factory,la fábrica) que fue decisivo para la formación de muchos artistas de las últimas generaciones.
Un buen final a este comentario puede ser visitar virtualmente el museo de Andy Warhol en Pittsburgh (Museo Andy Warhol)
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