La llegada al pontificado de León X en marzo de 1513 coincidió con una intensificación de la actividad de Rafael, que fue constante hasta su muerte
.
Desde esa fecha Rafael abordó una serie de encargos importantísimos como la decoración al fresco de las estancias vaticanas que aunque había comenzado en tiempos del Papa Julio II continuó trabajando aunque iba delegando trabajo en sus discípulos. También hizo cartones preparatorios para la serie de diez tapices con el tema de la vida de San Pedro y San Pablo destinados a la parte inferior de la Capilla Sixtina...y bastantes encargos de retratos unos oficiales y otros particulares.
Estaba muy claro que la personificación de la esencia del clasicismo estaba en el artista Rafael. Nadie mejor que él para personificar ese momento.
Él es la perfección técnica, el mejor representante del equilibrio clásico, de la medida perfecta, del ideal humanista, de la simetría compositiva, de la alegría en el color y las luces diáfanas. De la precisión y perfección técnica, del virtuosismo insuperable en la captación de las texturas y las carnaciones. De ahí sus famosas madonnas, bellas, serenas y virtuosas, pero también sus magníficos retratos de una profundidad psicológica.
El retrato de Margherita Lutti ( La donna velata), conocida popularmente como la Fornarina por ser la hija de un panadero de Siena muestra todo el esplendor de la juventud y la
belleza, a la que Rafael parece rendirse .
Sus
recursos para conseguirl mostrar esa belleza son :
- su equilibrio compositivo, enmarcando la figura en un triángulo, señalado precisamente por el velo que le da título al cuadro.
- En segundo término la serenidad de la escena, marcada por la propia armonía que se expresa en el rostro de Margherita, preciso en sus facciones, espléndido en sus carnaciones y a la vez sereno en esa expresión suya a la par tranquila y risueña.
- Por otro lado juega con la luz, oponiendo el entorno oscuro que envuelve la figura con la luz que emana de ella, que de esta manera parece surgir más luminosa y diáfana y más rotunda en sus formas y volúmenes. Esa luz brillante y nítida como sólo Rafael era capaz de captar.
- Y junto a todo ello, el dominio de Rafael en la definición de las texturas, del ropaje especialmente, que ampuloso en sus pliegues y repliegues contrasta con la delicadeza de la piel y del rostro, subrayando así aún más su finura y elegancia.
- Finalmente el color.Habría que advertir la riqueza cromática de los ropajes, entre el dorado y el blanco, y la gama conseguida en las carnaciones desde el tostado al marfil, pasando por el rosáceo de las mejillas.
La
“velada” representa por todo ello el ideal de belleza femenina de
Rafael, resumido en esos principios de armonía, perfección y equilibrio
que enlazan su obra con la esencia misma del arte clásico,