domingo, 9 de diciembre de 2012

María Blanchard, la gran desconocida



Mi buena amiga Begoña Dominguez siempre me abre puertas a las mejores exposiciones de Madrid y en este caso su cariño y su conocimiento llegan con un entusiasmo  y una admiración por una pintora especial y con gran valor. 
El trabajo de Begoña combinado con mi intención de divulgar la obra de Maria Blanchard nos acercan a una pintora que tiene una trayectoria especial como podréis ver.
Nacida el mismo año que Picasso, Gargallo o Vázquez Díaz, Blanchard perteneció a una generación de artistas cuyo reconocimiento nunca fue parejo con el suyo. Ha sido y aún sigue siendo hoy, 80 años después de su muerte, la gran desconocida del grupo de artistas que consolidaron la renovación artística de principios del siglo XX.

En mitad de este ambiente de continuo cambio, el caso de M. Blanchard fue el de una artista genial marcada por la belleza física que trasladaba a sus cuadros, pero de la que ella misma adolecía.
Al contemplar la obra de Blanchard tenemos la sensación de que su amor por la belleza se canaliza a través de la práctica misma de pintar.
Su figura ha pasado sin pena ni gloria por la reciente historia de nuestra pintura, precisamente por su condición de mujer. El cubismo, dominado de principio a fin por hombres, dejó poco margen de maniobra a esta creadora nacida el mismo año que Pablo Picasso.



 
Este año 2012, ochenta años después de su fallecimiento, se rinde homenaje a la pintora María Blanchard. El museo ReinaSofía de Madrid, recoge el testigo en la exposición que nos ofrece.
La muestra del museo madrileño está estructurada en las tres etapas del desarrollo creativo de la artista,  la cubista de 1913 a 1919,

En esta obra, el dibujo preciso de las molduras de un arco de elementos curvos, inscrito sobre un gran plano blanco, da concreción y al mismo tiempo nos transmite algo más de la artista : su gran capacidad para el dibujo. Sin embargo, aquí, nos resulta difícil construir visualmente los objetos de los que está compuesto el cuadro.


 y por último su vuelta a la figuración de 1919 a 1932, que es su periodo más intimista. 

 
En 1920 hay una vuelta de María Blanchard a la figuración que fue acorde con el ambiente del momento.
Entre los críticos más conservadores había crecido un recelo hacia el cubismo y las vanguardias de preguerra, que se consideraban elitistas y antipatrióticas. Se buscaba lo específicamente francés y eso se vinculaba a la tradición y a las raíces. Era preciso recuperar el pasado para reconstruir el presente. Se hicieron retrospectivas de Renoir, Rafael, Fragonard, Ingres… Este regreso al orden ya lo había iniciado incluso Picasso en la escenografía del ballet. Parade Los museos recuperaban la forma de las cosas y la apariencia del mundo.

El viraje que experimentó la obra de María Blanchard era totalmente acorde con el nuevo artista moderno.  Pasará por un diálogo con la tradición, pero sin olvidar los beneficios que el cubismo había aportado a su técnica y a su comportamiento pictórico. Visitaba museos y asistía a exposiciones, pero en soledad, pues ya no gozaba de la camaradería de Rivera, Gris y Lipchitz. Viajó a Bruselas y conoció a algunos marchantes que luego serán su apoyo más firme en su nueva forma de pintar, agrupados con el nombre de Ceux de Demain (los de mañana).



María dominaba varias técnicas pictóricas como el pastel, la acuarela, la tinta o el lápiz, pero sobre todo, utilizó el óleo. Encontramos en sus cuadros varias formas de pintar, unas más acabadas consiguiendo superficies compactas de óleo para crear superficies esmaltadas como las de sus cuadros cubistas, y otra veces, el tratamiento es mucho más suelto y libre y las pinceladas se hacen plenamente visibles, con toques de color no circunscrito contornos lineales.
El gesto de la pincelada, su dirección y la carga de pastosidad del color serán más propios de sus años finales.
En el dibujo preparatorio de estas obras, las líneas trazadas a lápiz no son continuas, sino que se solapan dejando pequeños huecos sin cubrir. Están trazadas con seguridad y energía, conservando una geometrización básica, y establecen sombreados fundamentales, marcándolos con distinta intensidad para indicar el futuro claroscuro. Apunta la composición y el tratamiento lumínico que luego llevará a cabo en el lienzo. Las luces y el color están ya presentes en sus bocetos, siguiendo una técnica muy parecida a Cézanne en sus cuadros inacabados.

 Una de sus últimas obras LA CONVALECIENTE será el broche de este trabajo
Una joven duerme convaleciente en su butaca de mimbre ante la ventana. Aunque su rostro muestra tonos apagados y cetrinos, los brillos iluminan la figura, cuya máxima expresividad radica en el rostro oval, alargado y ladeado, y en sus manos cruzadas. Entre el sueño y la muerte, Hipnos y Tanatos de los clásicos, la convaleciente de Blanchard, que descansa en un interior cálido y bien iluminado, recuerda a las figuras del Greco y de Luis de Morales.
El drama de la enfermedad no es gesticulante, pues María  siempre evitará representar escenas de dolor y miseria, temas que gozaron de gran predicamento entre los pintores de finales del siglo XIX y principios del XX, y que Picasso llevó a la modernidad en su época azul. María, en cambio, contiene la expresión y evita recrearse en lo dramático, dándonos con el título el dato esperanzador de que la enferma está convaleciente, de que puede recuperar su salud y el rosado de sus mejillas:
 “María no pinta ideas, pinta sensaciones”.
GRACIAS BEGOÑA 

4 comentarios:

Unknown dijo...

"La convaleciente" me ha llevado hacia atrás (Picasso) y hacia delante (Lucian Freud). ¡Qué bueno despertar la mente... y la ambición por saber más y hacer las cosas mejor!

PACO HIDALGO dijo...

Es cierto, es una artista vanguardista y rompedora con muy poco reconocimiento. Se movió en varias corrientes artísticas, como bien refleja tu post, entre la abstracción y lo figurativo, pero siempre con suma elegancia. Iré pronto a Madrid, si puedo me acercaré a contemplar su obra. Un placer visitarte y saludarte, Pilar.

mangeles dijo...

La conocí por tus comentarios sobre ella, y fuí a verla al Reina Sofía, y me gusta mucho. Un beso profe

Anónimo dijo...

Pilar:
Por fin he visto la exposición de María Blanchard. Ayer nos escapamos Loli y yo y tuvimos la oportunidad de disfrutar de una muestra tan importante y representativa de la pintora cántabra o parisina, según se mire.
Me han parecido excepcionales sus cuadros cubistas. Creo que no tienen nada que envidiar a nadie: ni a Picasso, ni a Braque, ni a Juan Gris. No obstante, es su última etapa, esa figurativa que algunos llaman “realismo mágico”, donde consigue que el color, al modelar volúmenes, de vida a los objetos y, sobre todo, a las figuras. ¡Qué maternidades! Y qué decir de esa niña que sujeta un globo que se escapa y se la lleva detrás de él. Sí, maravillas del color que da vida a todo lo pintado: espacios, objetos, personajes.
Sí, amiga mía, las mujeres y los niños de María Blanchard están vivos, se mueven ahí, dentro del recuadro del marco, lo mismo que los que pintara el sevillano Velázquez. Seguro que salen de paseo por las noches a recorrer las calles del “Reina Sofía” —como otros hacen en el Prado, según Mujica Lainez— y se acercan hasta su amiga convaleciente para ver cómo sigue.
Gracias, Pilar, por haberme recordado que existió María Blanchard.
Un beso,
Cecilio