Intentado
hacer una aportación digna al homenaje a
Azorín que se celebra en estos días en Aranjuez he recorrido con admiración
algunas relaciones que Azorín pudo tener con el mundo del arte.
EN ESTA ENTRADA A MI BLOG SOLO VOY A DESCRIBIR LAS SENSACIONES ANTE LOS COMENTARIOS DE AZORÍN ANTE LA OBRA DE VELÁZQUEZ
Velázquez
Para Azorín,
Velázquez era el más realista de los pintores y en consecuencia el máximo
exponente del arte nacional en lo que este tenía de realismo.
En un
artículo “el arte nacional” Azorín veía así el realismo castizo de Velázquez:
“Es un estampa
que reproduce un cuadro de Velázquez, Pero es un cuadro desconocido,
maravilloso que no figura en los libros que se han escrito sobre el maestro, ni
ha sido divulgado por la fotografía. Se trata de cuatro efigies de castizos
pícaros españoles; dos de ellos_ viejos amigos nuestros_ los conocemos por el
lienzo de los Borrachos.
Con
Velázquez empezó Azorín la serie de artículos “Amigos del Museo”, una corta
serie de artículos publicados en Blanco y negro entre noviembre de 1905 y enero
de 1906. Estos artículos constituyen el más literal ejemplo de Azorín como
escritor de cuadros.
.
Miguel Ángel
Lozano en un artículo sobre las colaboraciones de Azorín en Blanco y Negro
localiza los artículos que he mencionado antes dentro de la mejor época del
escritor.
El artículo
de D. José Nieto es el único que está en el volumen España, el resto aparecen
en el libro de Azorín llamado “En Lontananza”, recopilación que hizo García
Mercadal en 1963.
En la
estética azoriniana hay un lugar para el misterio, ese misterio que provocan
las puertas entreabiertas en el cuadro de las Meninas donde el aposentador de
palacio, D. José Nieto es tratado como el buen castellano en el que Azorín
imagina y fantasea sobre la vida de este hombre
Ese hombre
que aparece con la puerta entreabierta como si estuviera entre dos mundos, el
de la realidad delante de él y el del ensueño a sus espaldas.
Azorín
descubre en esta figura la perspectiva
espiritual que completa la perspectiva física que tan maravillosamente supo
sugerir Velázquez en sus cuadros.
Azorín en el
artículo imagina que entra en el estudio del pintor y conversa con él sobre la
perspectiva espiritual y ambos fijan su atención en el personaje del fondo que
sube unas escaleras y Velázquez le pregunta a Azorín si cree que con esa figura
ha conseguido plasmar esa segunda perspectiva
en las Meninas.
Azorín dice:
“las Meninas es una pintura dentro de una pintura en la que se representa el
mismo arte de pintar” así el pintor se introduce dentro del cuadro y los reyes,
verdaderos protagonistas están fuera de él junto al espectador y solo aparecen
reflejados en una pequeña parte del lienzo.
Algo así
ocurre en las novelas de Azorín, novelas sobre la propia creación literaria que
suponen para el autor un propio viaje de autorrealización, de descubrimiento de
si mismo.
Azorín alude
al principio del artículo a la disposición de las figuras en el cuadro en el
momento que el pintor va a empezar a pintar, pero no las describe desde el
punto de vista del espectador sino desde el punto de vista del propio Velázquez
que se dirige al propio José Nieto para decirle donde debe colocarse, pero
Azorín se fija más en el misterio del personaje de la puerta y entabla Azorín
un dialogo con el lector del artículo
¿Quién es
este D. José? ¿Qué hace? ¿Dónde vive?
Pero no es
la historia del personaje lo que le interesa sino su carácter quizá colérico e
irascible capaz de tirar por una ventana a una dueña o a un enano y Azorín
emplea ahora un futuro de probabilidad….quizá, es posible, tal vez
Lo más
interesante es ese contraste es la quietud y la calma que muestra el retrato y
el carácter colérico que le atribuye Azorín.
CONTINUARÁ....
1 comentario:
Pilar:
Hablando de realismo, contemplo con cierta ensoñación los cuadros de Velázquez y es tanta la realidad que atisbo que me sumerjo en el sueño del cuadro El almuerzo: los personajes, el pan, los mejillones, las granadas, el cuchillo y el vino, ¡ay, el vino!, casi lo huelo y, como en Las Meninas, me veo en el cuadro y saludo al chaval que levanta la frasca del vino, ese mismo modelo que acompaña a la Vieja, friendo huevos y me traslado a la Sevilla del siglo XVII y me acuclillo en el Patio de Monipodio. Sí, también yo puedo temblar y percibir la emoción de la perspectiva espiritual. Y en ese ámbito de objetivación interior, sentirme parte no solo moral, sino poética de aquel estar en un mundo que tiende a perpetuarse: aún siguen correteando por ahí Rinconete y Cortadillo.
Gracias, Pilar, muchas gracias por esta entrada tan singular a los 100 años de Azorín en Aranjuez.
Un beso,
Cecilio
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