domingo, 22 de junio de 2014

La dama de Shalott, de John William Waterhouse.

A Waterhouse como pintor prerrafaelita le gustaba los temas de corte medievalista fantástico.
El pintor hizo tres obras sobre el mismo tema, inspiradas en un poema de Tennyson, que forma parte de la antología clásica victoriana: "The Lady of Shalott"(1888) "Lady of Shalott. Looking for Lancelot" (1894), y "I am half sick of shadows, said the Lady of Shalott" (1915)

La dama de Shalott es la obra más conocidas de John William Waterhouse.
Actualmente se halla en la Tate Britain de Londres.


La trilogía a la que me he referido antes tiene relación con el tema del rey Arturo. Cuenta la historia de Eliana la dama de Shalott, que fue encerrada en una torre donde tejía noche y día.
Un susurro le anunció que sufriría una maldición si miraba en dirección a Camelot; aunque desconocía en qué consistía la maldición, seguía tejiendo en todo momento.
Como vivía encerrada nadie la conocía pero algunos campesinos la habían oído cantar, al amanecer, y se referían a ella como a un hada.
Dentro de la torre tenía un espejo, que reflejaba la ventana y le mostraba Camelot. En las telas que tejía se reflejaba lo que ella veía a través de ese espejo, como las aventuras de los Caballeros de la Mesa Redonda.


Un día, a través del espejo, Eliana vio a Lancelot y se enamoró de él. Dejó de coser y, sin poder evitarlo, miró hacia Camelot. En ese momento, el espejo se quebró, las telas salieron volando por la ventana y la maldición cayó sobre ella: bajó de la torre y cogió una barca.
La escena que pinta Waterhouse representa el momento en que la dama dentro de la barca se deja arrastrar por la corriente y entre colinas de sauces y campos, la dama fue cantando su última canción hasta que su sangre se fue helando lentamente sin dejar de mirar las torres de Camelot.


Se ve a Eliana en una barca, fluyendo en dirección a Camelot. Aparece como una muchacha indefensa, algo asustada, con una simple túnica blanca …
Su aspecto es el de una mujer agotada y entregada a su destino, a su muerte.
Su mirada está ausente, y sus brazos abandonados en señal de rendición.



Hay un detalle precioso: las telas en la barca que ella misma había tejido se aprecian con un gran detallismo.
Éstas telas narran las aventuras de los Caballeros de la Mesa Redonda y el amor que Eliana siente por Lancelot.
Y las velas, que se van apagando a medida que la dama avanza hacia su destino, tienen un gran simbolismo



La atmósfera del cuadro está envuelta en esa luz cenital que se va derramando por toda la escena y se aviva en el fondo del paisaje.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pilar:
Bellas y conmovedoras las pinturas de John William Waterhouse. Juventud y luz, claridad para los ojos de la joven que teje en la soledad poética. Y qué hermosura dejarlo todo y correr a Camelot en tan débil barca. Y es que el amor —eso lo saben los poetas y los grandes pintores— se acomoda en una frágil barca y en toda fragilidad que denote una leve esperanza. Muy romántico y muy bello. Tuvo donde inspirarse el autor del Príncipe Valiente
Como siempre, amiga Pilar, excepcional entrada.
Saludos,
Cecilio