Hay, en la pintura de Vermeer , un encanto en la descripción de los interiores cotidianos, y a la vez, es uno de los temas favoritos de este pintor.
En estos interiores, el artista desarrolla el rutinario devenir de la existencia con una quietud encantadora donde se respira la satisfacción de todo lo que rodea lo más simple de la vida.
La percepción de la realidad alcanza una plenitud que actúa de forma envolvente como una luz que va marcando una profunda serenidad.

La costurera de 1670, es uno de los cuadros más famosos de Vermeer, aunque es un poco una obra atípica con relación a otras escenas de interior de este artista. Aquí la muchacha ocupada en la costura se sitúa en un primer término y por su tamaño centra toda la atención en la figura, mientras que el espacio circundante se reduce a un fondo neutro.
No obstante, esa sencillez que invade todo el cuadro confiere a esta pintura una fascinación frágil y preciosa.
Jan Vermeer de Delft (1632-1675), es el más exquisito artista de esa quietud. Con él, se puede sentir el silencio de los personajes en algunos momentos íntimos de sus vidas.

LOS ARTISTAS EN TIEMPOS DE VERMEER
En torno a 1648, se fue gestando en la burguesa y protestante Holanda un nuevo estilo de vida, a raíz de su separación de los vecinos flamencos del sur.
Estos cambios tuvieron consecuencias decisivas para el desarrollo artístico, tanto en lo que respecta a la promoción y consideración del artista, como a los clientes y temas que trató.
Se realizaban obras de menor tamaño, motivadas por los encargos de a una clase media burguesa.
La producción de los pintores se distribuía a través de la figura del marchante, persona dedicada a la compra-venta de cuadros, que con el tiempo cobró gran importancia como intermediario entre los artistas y el público. Por los tanto había un claro dominio de las leyes del mercado, que, por naturaleza resulta ajeno a la existencia del buen gusto.
Se pintaron temas distintos de los de las otras escuelas, donde la mitología y la religión eran argumentos dominantes. En Holanda, tenía más interés todo lo que se relacionara con la realidad cotidiana, las personas y sus actividades, bodegones y paisajes.
La vista de su ciudad natal, Delft, es una excelente explicación de la sensibilidad y el estilo de Vermeer.

No se trata de una vista precisa y objetiva ya que solo algunos edificios responden a la realidad arquitectónica contemplada desde el exterior de las murallas y los canales que rodean el centro histórico de Delft.
Estoy segura que Vermeer integró y modificó la realidad con un toque de fantasía, afecto y libertad del recuerdo de su ciudad.