viernes, 21 de diciembre de 2012

La Natividad en el Tríptico Portinari

Me gustaría que en esta Navidad todos aquellos que se asomen por mi blog puedan disfrutar de las obras de arte que guardan el encanto y el misterio de esta fiesta.
La escena de la Natividad esta representada en muchas ocasiones en el arte.






En el arte cristiano occidental las Revelaciones de SANTA BRIGIDA DE SUECIA se hicieron tan populares que provocaron un cambio en la iconografía de la Natividad.
Santa Brígida cuenta que durante su peregrinación a los Santos Lugares en 1370, se le apareció la Virgen en Belén y reconstruyó ante su mirada y con todos los detalles la forma en que Jesús vino al mundo.
Contaba Santa Brígida que La Virgen vestía una túnica transparente, para poder mostrar a la santa claramente su carne virginal. En el momento de parir se descalzó, se levantó el manto blanco, se quitó el velo y preparó lo pañales y vendas del Niño que dejo a su lado.
Cuando todo estuvo bien dispuesto, se puso de rodillas y comenzó a orar. Mientras rezaba elevó las manos y el Niño nació súbitamente, envuelto en una luz tan deslumbrante que eclipsaba completamente la del pequeño candil de San José.
Entonces, inclinando la cabeza y con las manos unidas, la Virgen adoro al Niño con gran respeto, y le dijo:” Bene veneris, deus meus, dominus meus et filius meus”.
Luego lo estrechó contra su pecho, le cortó el cordón umbilical con los dedos y lo arropó con cuidado.

Esta descripción de la mística nórdica, enseguida se aplicó a la nueva iconografía en el arte de los cristianos de occidente. Incluso explica la virginidad antes, durante y después del parto al nacer el Niño como un rayo de luz que sin romper nada se materializa al contacto del rayo con el suelo.
Además si la Virgen aparece como adoradora, lo mismo sucede con todos los testigos de la Natividad. Desde los ángeles, de forma individual o en grupos, cada vez más numerosos, hasta la mula y el buey que se postran ante el Niño.
En este caso es el evangelio apócrifo del Pseudo Mateo el que aporta más detalles: “...salió María de la gruta y se aposentó en un establo. Allí reclino al Niño, en un pesebre, y el buey y el asno le adoraron.”
A lo largo de la Edad Media se conformó esta iconografía, y es en los primitivos flamencos donde la encontramos de una manera fiel a los textos de Santa Brígida.
Más tarde los acontecimientos históricos fueron matizando el tema. El ejemplo más destacado está relacionado con el Concilio de Trento, hecho clave de la Contrarreforma.
La reacción de la Iglesia Católica frente a la Reforma Protestante, procedió a la eliminación de ciertos elementos a los que se reprochaba su condición de apócrifos. Desaparecen las comadronas o el buey y el asno, a los que se considera además bestias de baja nobleza. Pero aún así la supresión de estos elementos no va a ser absoluta y los artistas los volverán a recuperar en sus composiciones y les darán una mayor libertad creadora.
Por otro lado se añaden temas complementarios de la Natividad:
la adoración de los pastores
y los Reyes Magos.

Junto a las representaciones, donde la adoración del Niño por parte de la Virgen es el hecho principal, el arte cristiano fue sumando poco a poco episodios que aportaron un gran lujo de puesta en escena.( el anuncio y adoración de los pastores, Lucas, 2 8-21, y la historia de los Reyes Magos, Mateo, 2 1-12)
Estas dos escenas paralelas recibieron desde el principio una importante carga simbólica, considerando que los pastores son la representación del pueblo judío que acude a adorar al Niño, mientras los Reyes Magos son la imagen de los gentiles




Hoy me centraré en la escena de la Natividad y la adoración de los pastores del Tríptico Portinari, del pintor flamenco Hugo van der Goes. Actualmente está en la Galería Uffizi de Florencia.
Fue un encargo de Tommaso Portinari, el representante de la familia Medici en Brujas.




En la tabla central está el nacimiento y la adoración de los pastores representados de forma simultánea.
La figura central es la de la Virgen María, con rostro de suave expresión, vestida de azul, que adora a Jesús que acaba de nacer. La escena se representa según el relato de las Revelaciones de Santa Brígida de Suecia.



Al lado de María los ángeles y a su alrededor, los pastores son representados como campesinos, con rostros más realistas y ropas severas.
El paisaje es típicamente invernal.


En el primer plano unos jarrones de flores representan simbólicamente la virginidad de María

 En las tablas laterales están representados los donantes de esta obra (costumbre muy normal en el siglo XV) a la izquierda del retablo, está representado Portinari y sus hijos Antonio y Pigello, con los santos Antonio y Tomás; el paisaje del fondo representa el viaje a Belén de José y María. El ala de la derecha muestra a la esposa, María Portinari, con sus hijas, y las santas Margarita y María Magdalena; en el paisaje del fondo se distinguen las figuras de los Reyes Magos aproximándose al portal.

 El retablo cerrado tiene representada la Anunciación pintada en grisalla. 
 

En la tabla central está el nacimiento y la adoración de los pastores representados de forma simultánea.

domingo, 9 de diciembre de 2012

María Blanchard, la gran desconocida



Mi buena amiga Begoña Dominguez siempre me abre puertas a las mejores exposiciones de Madrid y en este caso su cariño y su conocimiento llegan con un entusiasmo  y una admiración por una pintora especial y con gran valor. 
El trabajo de Begoña combinado con mi intención de divulgar la obra de Maria Blanchard nos acercan a una pintora que tiene una trayectoria especial como podréis ver.
Nacida el mismo año que Picasso, Gargallo o Vázquez Díaz, Blanchard perteneció a una generación de artistas cuyo reconocimiento nunca fue parejo con el suyo. Ha sido y aún sigue siendo hoy, 80 años después de su muerte, la gran desconocida del grupo de artistas que consolidaron la renovación artística de principios del siglo XX.

En mitad de este ambiente de continuo cambio, el caso de M. Blanchard fue el de una artista genial marcada por la belleza física que trasladaba a sus cuadros, pero de la que ella misma adolecía.
Al contemplar la obra de Blanchard tenemos la sensación de que su amor por la belleza se canaliza a través de la práctica misma de pintar.
Su figura ha pasado sin pena ni gloria por la reciente historia de nuestra pintura, precisamente por su condición de mujer. El cubismo, dominado de principio a fin por hombres, dejó poco margen de maniobra a esta creadora nacida el mismo año que Pablo Picasso.



 
Este año 2012, ochenta años después de su fallecimiento, se rinde homenaje a la pintora María Blanchard. El museo ReinaSofía de Madrid, recoge el testigo en la exposición que nos ofrece.
La muestra del museo madrileño está estructurada en las tres etapas del desarrollo creativo de la artista,  la cubista de 1913 a 1919,

En esta obra, el dibujo preciso de las molduras de un arco de elementos curvos, inscrito sobre un gran plano blanco, da concreción y al mismo tiempo nos transmite algo más de la artista : su gran capacidad para el dibujo. Sin embargo, aquí, nos resulta difícil construir visualmente los objetos de los que está compuesto el cuadro.


 y por último su vuelta a la figuración de 1919 a 1932, que es su periodo más intimista. 

 
En 1920 hay una vuelta de María Blanchard a la figuración que fue acorde con el ambiente del momento.
Entre los críticos más conservadores había crecido un recelo hacia el cubismo y las vanguardias de preguerra, que se consideraban elitistas y antipatrióticas. Se buscaba lo específicamente francés y eso se vinculaba a la tradición y a las raíces. Era preciso recuperar el pasado para reconstruir el presente. Se hicieron retrospectivas de Renoir, Rafael, Fragonard, Ingres… Este regreso al orden ya lo había iniciado incluso Picasso en la escenografía del ballet. Parade Los museos recuperaban la forma de las cosas y la apariencia del mundo.

El viraje que experimentó la obra de María Blanchard era totalmente acorde con el nuevo artista moderno.  Pasará por un diálogo con la tradición, pero sin olvidar los beneficios que el cubismo había aportado a su técnica y a su comportamiento pictórico. Visitaba museos y asistía a exposiciones, pero en soledad, pues ya no gozaba de la camaradería de Rivera, Gris y Lipchitz. Viajó a Bruselas y conoció a algunos marchantes que luego serán su apoyo más firme en su nueva forma de pintar, agrupados con el nombre de Ceux de Demain (los de mañana).



María dominaba varias técnicas pictóricas como el pastel, la acuarela, la tinta o el lápiz, pero sobre todo, utilizó el óleo. Encontramos en sus cuadros varias formas de pintar, unas más acabadas consiguiendo superficies compactas de óleo para crear superficies esmaltadas como las de sus cuadros cubistas, y otra veces, el tratamiento es mucho más suelto y libre y las pinceladas se hacen plenamente visibles, con toques de color no circunscrito contornos lineales.
El gesto de la pincelada, su dirección y la carga de pastosidad del color serán más propios de sus años finales.
En el dibujo preparatorio de estas obras, las líneas trazadas a lápiz no son continuas, sino que se solapan dejando pequeños huecos sin cubrir. Están trazadas con seguridad y energía, conservando una geometrización básica, y establecen sombreados fundamentales, marcándolos con distinta intensidad para indicar el futuro claroscuro. Apunta la composición y el tratamiento lumínico que luego llevará a cabo en el lienzo. Las luces y el color están ya presentes en sus bocetos, siguiendo una técnica muy parecida a Cézanne en sus cuadros inacabados.

 Una de sus últimas obras LA CONVALECIENTE será el broche de este trabajo
Una joven duerme convaleciente en su butaca de mimbre ante la ventana. Aunque su rostro muestra tonos apagados y cetrinos, los brillos iluminan la figura, cuya máxima expresividad radica en el rostro oval, alargado y ladeado, y en sus manos cruzadas. Entre el sueño y la muerte, Hipnos y Tanatos de los clásicos, la convaleciente de Blanchard, que descansa en un interior cálido y bien iluminado, recuerda a las figuras del Greco y de Luis de Morales.
El drama de la enfermedad no es gesticulante, pues María  siempre evitará representar escenas de dolor y miseria, temas que gozaron de gran predicamento entre los pintores de finales del siglo XIX y principios del XX, y que Picasso llevó a la modernidad en su época azul. María, en cambio, contiene la expresión y evita recrearse en lo dramático, dándonos con el título el dato esperanzador de que la enferma está convaleciente, de que puede recuperar su salud y el rosado de sus mejillas:
 “María no pinta ideas, pinta sensaciones”.
GRACIAS BEGOÑA